«Quizá la princesa no halle a un caballero a lomos de un corcel cuando se asome a la ventana de la torre, mas quizás sí tropiece con un seductor chaval de ojos grises el día que se atreva a dejar atrás los seguros muros del castillo».
Tras un desengaño cariñoso, Elisa está resuelta a reanudar las bridas de su vida y también ir tachando propósitos de su lista de objetivos: continuar siendo la mejor en su empleo, casarse, formar una familia, mudarse a una bonita casa a las afueras… ¿El inconveniente? Uno pequeño, como que aún no ha conocido al futuro padre de sus hijos; mas no es de las que se rinden tras un descalabro y tiene clarísimo qué género de hombre quiere a su lado. Para iniciar, uno que no se parezca en nada al letrado con el que debe competir en su trabajo, ese que está probando su paciencia.
Jack Helker es tan atrayente como borde y, cuando se encaran en un esencial caso de divorcio, brincan chispas entre ellos. Pese a su sonrisa arrogante y de que es el habitual hombre que debería venir con un cartel en la frente en el que pusiera «no tocar», Elisa es inútil de ignorar el deseo que siente toda vez que está cerca. Y, entre inverosímiles citas, Froot Loops y noches imprevisibles, comenzará a replantear que en ocasiones «perder el control» asimismo tiene sus ventajas.
Hola, me lo podrías enviar anitabonita.5555@gmail.com
ResponderEliminarMuchas gracias. Saludos